A alguno de ustedes no les pasa que, a pesar de que ahora Netflix publique toda una temporada junta, si saben que la serie ya terminó y que no hay más capítulos, ¿tratan de ver la serie poco a poco? Ya saben pero no quieren que termine, casi como que procrastinan ver la serie para que el sentimiento o recuerdo que tiene con ella no se extinga. Esto sobretodo ocurre con las series que nos han acompañado por años, digo 5, 10 o más años.
Bueno, algo similar me ha ocurrido, pero con un libro. “El Zahir”, de Paulo Coelho.
Básicamente pase un año leyendome la primera mitad del libro. Y muchas veces me releeía partes, porque intencionalmente no marcaba hasta donde había llegado cada vez que agarraba el libro. Normalmente con mi lectura, suelo utilizar cualquier cosa que tenga a la mano para meterla dentro del libro marcando hasta donde llegué, y si no consiguiera nada, doblaba la esquina superior de la página que leí. Pero en este caso, para este libro, decidí no llevar un control, casi que me había ideado una forma de autosabotearme y tardar más en leerlo. Aparte que ya de por si, no lo usaba como un libro para leer sentado por un largo tiempo. Digamos que no era ni el libro de la noche junto a la cama ni tampoco el del baño.
Más de un año después que me lo llevé, una persona a la que le pertenece el libro me escribe preguntándome por este. Yo apenado porque todavía no lo había terminado, no le mencioné nada al respecto y solo le dije que se lo entregaría la próxima vez que la viera. Esa misma noche agarré el libro y empezó nuevamente la aventura. Página por página otra vez me sumergía. Línea por línea otra vez era invadido por recuerdos. Palabras por palabras solo sentía el Zahir.
Casi una hora después sentí que ya era suficiente. Ya no faltaban más de 50 páginas para terminarlo y aún así como las veces pasadas, al momento de escribir estas palabras, ya ni recuerdo dónde lo dejé, pero esta vez es diferente. Ahora y luego de mucho tiempo, esta vez voy a terminar de leerlo pero no por la razón que lo empecé a leer.